14/2/10

Visitando en la Nostalgia...

¿Cuántas veces he visto, hipotéticamente hablando, alguna escena en particular y, a raíz de esto, genero innumerables posibilidades, acciones y reacciones sobre ese mismo evento, imaginando así posibles desenlaces y resultados? Tal vez muchas veces, o tal vez no las suficientes para tener un verdadero hábito analítico que me permita generar conclusiones contundentes o patrones de comportamiento. Lo interesante de la conducta humana es su naturaleza impredecible y, en ocasiones, inmanejable. Digo “en ocasiones” porque el comportamiento es controlado por el individuo mismo, de ahí que no encuentro lógica alguna a “los impulsos” o “acciones sin intención”. Sí existe motivo generador dentro de la psique de cada persona, para cada acción que efectúe, pero eso creo que incursiona en un campo que no domino ni me compete: la psicología. No quiero salirme de mi idea central, es por eso que dejo esa discusión de lado, respetando el criterio de cada quien sobre dicho asunto. Quisiera en este texto apuntar hacia algo que relaciona mi pregunta inicial con una ocurrencia mía, un simple destello de genialidad o de rasa estupidez (no me interesa averiguar si es lo uno o lo otro): ¿cuántas veces nos ponemos a imaginar alguna escena en particular y, a partir de aquella, hacer todo nuestro ejercicio analítico descrito arriba?

No voy a mencionar un ejemplo en particular, o limitaría la capacidad creativa del lector, dificultando la tarea de hacer suya mi idea y replantearla a placer. Sin embargo, me permito crear, dentro de la generalidad, un caso específico, descartando así una serie de actividades sociales y naturales comunes en la cotidianidad. Hecha la salvedad, creo que es prudente seguir.

¿Alguna vez han imaginado visitar a alguien que no han visto desde hace mucho tiempo, una vieja amistad, con quien han compartido una cantidad específica de momentos y recuerdos? Les digo que siempre lo hago, más que un hábito, para mí es una manía infundada. Siempre tengo en mi mente a alguna persona que no veo desde hace un tiempo, e imagino que estamos en algún lugar (en su casa, en el parque, en el bus, en un café… Lo que se les ocurra y hasta más), y le realizo algunas preguntas, imaginándome así respuestas ficticias, que podrían o no generarse (como si fuésemos capaces de emular lo que otra persona podría pensar). Podemos terminar la conversación con tranquilidad, suponer que nos veremos en otra ocasión, pensar que no nos recuerda, o simplemente imaginar que nos tira el café en la cara y se retira con tremenda indignación.

Aun así, por más curioso que sea el desenlace, hemos dedicado una fracción de segundo, al menos, a esa persona. Una fracción de segundo a una persona que, aunque queramos negarlo, tiene algo de importancia (la clase, grado y forma de esa importancia es determinada por el significado de esa persona para nosotros). No sé si al lector le producirá el mismo sentimiento, pero de mi parte es frecuente percibir cierto aire de nostalgia cada vez que lo hago. Durante un tiempo he criticado fuertemente a los recuerdos, y lo sigo haciendo. Pero no es sensato decir que alguien puede suprimir todos sus recuerdos a voluntad, y partiendo de esa primicia es que sigo con mi idea. Tengo algunos recuerdos recurrentes y, por tanto, tengo en mente algunas personas que son importantes de alguna forma, sea agradable o no para mí volverlos a mi mente. Imagino alguna escena, planteo preguntas, frases, situaciones, en fin, todas las situaciones que se me ocurren en el momento, y con base en lo que imagino, refuerzo algunas cosas que pienso sobre esa persona. Tal vez “debería saludarlo un día de estos”, “¿será prudente llamarla?”, “sí, mejor dejémoslo así, no llamar a males innecesarios”, poniéndole punto final a la divagación.

Mientras no se pueda tener esas personas al lado, y ver en tiempo real, sin un ambiente preparado ni preguntas/respuestas elaboradas (por más que hayan imaginado esa escena, jamás van a tener las mismas respuestas que hablando con él/ella), como se comportan ante las circunstancias, probablemente seguiré visitándolos en la nostalgia, y pensando en que, al fin y al cabo, seguirán siendo parte alguna de mi existencia (insisto, sea que así lo desee o no).