I
Hace frío. Ni siquiera pensaba salir de casa, pero un impulso inexplicable hace que abra la puerta y camine. Poco desayuno, nada de almuerzo. Me detengo a comprar un clavel y ver la hora: poco después de las tres. Camino entre la gente, llena de miradas vacías y cortantes. Es imposible no verlas con asco, así que mejor camino cabizbajo. He llegado. El vecindario es pacífico, callado, tal y como te recuerdo. Saludo desde mi pensamiento, piso el césped (y, de paso, a una pareja y a su niño). Coloco el clavel en tu tumba. ¿Cómo ha estado tu día?II
¡Mira cómo sonríen esos chicos! ¿Les decimos cómo es la vida en realidad? Mejor no, luego lo entenderán. Verán que los castillos en el aire no son más que eso: aire y sueños. Comprenderán que no todos harán su comida en las mañanas, ordenarán su cómoda y limpiarán su alcoba. Verán que muchos sacarán provecho de su inocencia, de su confianza. Llorarán día y noche al verse solos y desahuciados. Se alegrarán al entender cómo es la vida, a final de cuentas, y que no necesitaron de alguien que se los dijera. ¿Los dejamos solos, o les ahorramos la molestia?III
“Lleve, lleve la melcocha”. Se detiene el bus, y la gente se empuja en la fila, apresurados para tomar un asiento. “Melcocha, rica la melcocha”. Unos con audífonos, escuchan su música. Otros al celular, discutiendo algún negocio o avisando que llegan tarde a casa. “Melcocha, melcocha”. El pequeño jala la camisa a su madre, pregunta qué es una melcocha. “Melc…”. ¿Hace cuánto tiempo venderá melcochas? Se ve viejo, cansado, no ofrece melcochas: ruega que se las compren. Sabe que no puede cenar melcochas, debe venderlas, tener comida fresca en su apartamento. ¿Eres infeliz, pobre viejo? ¡Qué ironía! Vendiendo dulces melcochas.IV
No te abrazo por abrazarte. Si te veo sola, te abrazo para que sientas compañía. Cuando te saludo, te abrazo para darte los buenos días con afecto y cariño. Si hace frío, te abrazo para, entre tu cuerpo y el mío, opacar el gélido viento. Sí te abrazo mientras caminamos, lo hago para sentir tus pasos como si fuesen los míos. Si te abrazo en silencio, lo hago para sentir tu respiración, tu pestañeo y tus latidos. Si te abrazo con fuerza y sin descanso, lo hago para que permanezcamos así hasta el infinito. Ven, hoy te regalo un abrazo.
Sabes una cosa Julio, me gusto este post porque muestra una realidad urbana, una realidad social que me llega mucho. Quizás las melcochas son una metáfora de nuestro país y esa idea de que somos el país más feliz del mundo...Me gusto leerte, los que escribiste se acerca a la gente de una manera más intima y más real.
ResponderEliminarSiempre había tenido ganas de escribir algo así (creo que le había comentado una idea al respecto, en algún momento, pero nunca la desarrollé)... Tal vez este pequeño texto de cien palabras sea un inicio para explorar un poco más en las ideas de crítica social (que siempre me ha llamado la atención, hablando de todo un poco)... Gracias por la lectura, Diego!
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